Cáncer: una oportunidad para crecer a partir del miedo al sufrimiento
Acaba de celebrarse el día mundial contra el cáncer de mama y me han venido a la cabeza muchos recuerdos enriquecedores de los años en los que mi día a día era acompañar a las pacientes en su camino para sobrellevar o superar la enfermedad. Recuerdo a muchas mujeres muy valientes de mediana edad, y algunas más jóvenes, que me enseñaron cómo era posible seguir creciendo en mitad de la incertidumbre. También recuerdo cómo muchas mujeres sufrían porque sus parejas varones se quedaban atrás (en bastantes casos esto ya venía de antes del diagnóstico), acomodados, estancados, sin apenas evolucionar ni esforzarse para comprender la compleja experiencia que estaba suponiendo para sus esposas el desafío al que se enfrentaban. Aprendí también cómo las mujeres que compartían la enfermedad podían llegar a crear fuertes y fraternales lazos de apoyo y solidaridad. Aprendí cómo la vida nos puede cambiar en un segundo, con qué facilidad nos olvidamos de la fragilidad de la existencia, y cómo muchas mujeres eran capaces de aprovechar este giro inesperado de sus vidas para tomar decisiones que hacía tiempo que venían postergando, y salían del cáncer fortalecidas. Recuerdo a algunas mujeres que participaron en mi tesis doctoral, que confiaron en mí y con las que exploramos métodos innovadores para convivir con esa espada de Damocles que es el miedo a la recidiva. No pretendíamos que dejaran de tener miedo, sino ser capaces de sostenerlo, incorporarlo en sus vidas como una plataforma para mirar hacia lo que más les importaba, y escribir cada día un nuevo renglón de la vida con la que soñaban.
El cáncer ha dejado de ser una enfermedad tabú y vergonzosa y se ha normalizado en gran medida.
El cáncer, afortunadamente, gracias al trabajo de much@s investigador@s, médicos, psicólog@s, enfermer@s, fisioterapeutas, trabajado@s sociales, ONGs, polític@s, activistas, pacientes… ha dejado de ser una enfermedad tabú y vergonzosa y se ha normalizado en gran medida. Y como preconizaba Susan Sontag, va dejando de ser aquella enfermedad temible sinónimo de muerte, de connotaciones bélicas, cuyo nombre usábamos como la metáfora de las peores lacras sociales que padece la humanidad. Y poco a poco se va transformando en una enfermedad más, o mejor un conjunto de enfermedades, a las que hay que mirar con respeto, pero desde un contexto de serenidad y normalidad. Y creo que es justo reconocer a esas miles de mujeres que han aprendido a vivir con cáncer y a vivir después del cáncer, hasta dejarlo atrás y soltar la etiqueta de “enferma”, y que nos enseñan cada día cómo es posible crecer a partir del sufrimiento.