Vivir conscientemente el presente en tiempos de pandemia

Vivir conscientemente el presente en tiempos de pandemia

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“Un día menos” es una frase que pronunciamos a menudo cuando va llegando a su fin cada día de cuarentena, como si estos días fueran una losa que quisiéramos quitarnos de encima lo antes posible. Lo malo es que cuando pase la cuarentena, podríamos volver a vernos contando los días que faltan para las vacaciones, para terminar un proyecto que tenemos entre manos… de manera que corremos el riesgo de vivir la vida continuamente como un tiempo de descuento, como si estuviéramos permanentemente atrapados en una cárcel. Nos cuesta mucho darnos cuenta de que la vida se vive siempre en presente, y que posponer la felicidad es una trampa. Mañana nunca está asegurado, pero hoy es una realidad que podemos aprovechar.

¿Y si fuera posible parar y apreciar lo bello y lo duro que encierra cada paso, cada momento del viaje?

Nuestra mente nos proyecta continuamente hacia adelante y hacia atrás. Con frecuencia nos imaginamos en un futuro ideal o recordamos tiempos mejores. O peor, nos imaginamos un futuro horrible o recordamos errores que hemos cometido en el pasado. La cuestión es que nuestro sistema verbal, la forma en la que lo que llamamos nuestra “mente” está programada, nos lleva continuamente a alejarnos del presente.

En tiempos de incertidumbre como el que vivimos, nuestro equilibrio se tambalea cuando miramos hacia adelante o hacia atrás. El momento actual me recuerda a lo que ocurre cuando practico algunos ejercicios de yoga que requieren mantener el equilibrio sobre una pierna y busco un punto de anclaje que está demasiado lejos. He comprobado que consigo mayor estabilidad si elijo un punto cercano y me concentro en él. No hay manera de saber qué ocurrirá en el futuro por más que nuestra mente arrogante se empeñe en predecirlo. Y en el presente está la posibilidad de enfrentarnos a nuestras barreras y crecer, de amar, de experimentar la vida intensamente. Incluso en mitad del caos, del estrés, de la rutina, de los problemas, podemos crear un espacio para frenar, levantar el pie del acelerador, estar presentes y ser conscientes, conectar, abrazar o asimilar lo que la vida nos está dando, tanto lo bello o agradable como lo difícil o desagradable.

Aunque continuamente tratamos de escapar del malestar, no necesitamos huir de la angustia, de la tristeza o de la ansiedad. Nos han hecho creer que las emociones negativas son indeseables, signo de enfermedad o desequilibrio, cuando en realidad son parte de nuestra condición humana… ¿Y si fuera posible aprender a habitar la tristeza, la incertidumbre, la pérdida, igual que el amor, la alegría, o cualquier sentimiento que nos depare este momento? Cuando solucionamos un problema o alcanzamos una meta siempre nos viene un nuevo horizonte de metas y objetivos. Pero ¿y si la plenitud de la vida no estuviera en la llegada, sino en el camino? ¿Y si fuera posible parar y apreciar lo bello y lo duro que encierra cada paso, cada momento del viaje? ¿Y si pudiéramos aprender a vivir más conscientemente momentos en los que simplemente “somos”, ralentizando la máquina que nos lleva a tener que estar permanentemente resolviendo o solucionando algo, pensando en la próxima meta o en lo que está por venir? Es más, ¿y si contempláramos la posibilidad de que el ahora superara en importancia a la meta? A fin de cuentas, nunca sabremos hasta dónde llegaremos, ni cuándo se detendrá la máquina definitivamente. Pero el instante actual, esto sí es real, con toda su increíble mezcla de angustia y de belleza. Quizás sea una de las cosas que nos está enseñando la cuarentena y que deberíamos recordar el resto de nuestras vidas.