Entendiendo la dinámica del miedo al coronavirus desde la perspectiva conductual-contextual

Entendiendo la dinámica del miedo al coronavirus desde la perspectiva conductual-contextual

miedo al coronavirus

Una cuestión muy de actualidad que ha puesto nuevamente de manifiesto la crisis del coronavirus tiene que ver con el impacto psicológico de las enfermedades. ¿Por qué hay enfermedades, como el cáncer, que asustan más que otras? ¿Por qué experimentamos miedo e incluso pánico frente a algunas enfermedades como el covid-19? ¿Por qué algunas personas muestran conductas discriminatorias ante el miedo al coronavirus o al VIH? ¿Por qué el impacto psicológico de las enfermedades no es el mismo dependiendo del momento histórico y del lugar geográfico? Para comprender este fenómeno, os recomendamos el magnífico artículo de Presti y colaboradores (2020) donde se profundiza en la idea de cómo las enfermedades influyen en los individuos y en la sociedad a través de relaciones simbólicas. Esto significa que nuestra reacción no sólo depende de nuestra historia directa con la enfermedad, es decir, de si hemos enfermado o hemos conocido algún caso de cerca, lo que permite el desarrollo de procesos de aprendizaje de respuestas emocionales a través del condicionamiento clásico y de conductas operantes de aproximación o evitación en virtud de las contingencias de reforzamiento. Según los autores, los medios de comunicación elicitan y amplifican los efectos psicológicos y sociales de la pandemia. La información continua de los medios centrada en cifras de infectados y fallecidos altera la manera en que las historias personales y sociales se relacionan con la necesaria preparación para hacer frente a la enfermedad.

Los medios de comunicación elicitan y amplifican los efectos psicológicos y sociales de la pandemia

Un buen ejemplo de la transformación de funciones que media nuestra reacción frente a los estímulos en virtud de la historia derivada son los resultados de la encuesta que realizó en EE.UU. la empresa 5W Public Relations, que revelaron que, al comienzo de la crisis del coronavirus, el 38% de los estadounidenses no compraría cerveza Corona “bajo ninguna circunstancia”. La conexión verbal entre el virus y la marca de cerveza alteró las reacciones de los consumidores, y sus reacciones emocionales, respuestas verbales y comportamientos observables frente la marca quedaron transformados. En el citado artículo nos recuerdan que el miedo es una emoción que ocurre en presencia de peligro y a menudo va acompañada de malestar emocional y evitación conductual.

El aprendizaje derivado lleva a que podemos acabar mostrando comportamientos de evitación relacionados con la posibilidad de contactar con el virus, aunque no hayamos tenido ninguna experiencia directa con él

El miedo es una emoción ubicua, con un significado funcional y evolutivo obvio, ya que contribuye a nuestra supervivencia. El aprendizaje derivado lleva a que podemos acabar mostrando comportamientos de evitación relacionados con la posibilidad de contactar con el virus, aunque no hayamos tenido ninguna experiencia directa con él. Oír hablar o pensar en la enfermedad puede evocar pensamientos y sentimientos como si la enfermedad estuviera ocurriendo aquí y ahora, y llevar a conductas de escape u otras. La derivación de funciones puede también transformar la función de una persona, de un grupo de personas o de un país, y puede explicar (pero no justificar) conductas discriminatorias. Como afirma Leung (2020), “…miedo y estigma van juntos y cuando la gente tiene miedo, tiende a estigmatizar a algunos grupos y lo que intentan es reducir el miedo”. Es decir, se despliega una conducta de evitación reforzada negativamente por el alivio del miedo que en cualquier caso resulta ineficaz para prevenir el contagio y problemática para la convivencia.

De esta manera Presti y colaboradores sostienen que ansiedad y preocupación pueden conducir a repertorios de conducta restringidos. Estas conductas restrictivas pueden estar reguladas por reglas rígidas (del tipo “si aún no me he contagiado es porque lo que hago -como preocuparme, no salir nunca a la calle, rechazar a un grupo de personas- está funcionando”). La propuesta de los autores es aprender a modular las respuestas para ajustarlas al tipo de amenaza que supone la enfermedad/pandemia, ya que el enredo con los pensamientos de preocupación puede restringir la movilidad, el autocuidado, las relaciones sociales y otras actividades saludables. La flexibilidad psicológica (la capacidad de reconocer y adaptarse a las demandas situacionales, modificar actitudes o repertorios de conducta cuando estas estrategias ponen en riesgo el funcionamiento personal o social, mantener equilibrio entre los diferentes dominios vitales, mantenerse abierto, consciente y comprometido con conductas que son congruentes con valores profundos) puede contribuir a dicha modulación de estas conductas restrictivas. La investigación demuestra que el cultivo de la flexibilidad psicológica puede llevar a crecimiento postraumático en lugar de a desarrollar un trastorno psicológico tras una experiencia potencialmente traumática.