Psicología clínica y salud

Vacaciones conscientes: más allá de desconectar

Vacaciones más conscientes: más allá de desconectar

Una invitación a vivir el descanso con conciencia, reconectando con lo esencial y aprendiendo del camino recorrido. Porque desconectar no siempre es suficiente: el verdadero descanso también implica mirar hacia dentro y sentir el presente.

Cuando llegan las vacaciones nos solemos proponer «desconectar» de la rutina y del trabajo, como si el principal objetivo del descanso fuera evadirnos y olvidarnos de las responsabilidades y preocupaciones del resto del año. Nos planteamos así el merecido descanso en negativo, medimos la calidad de las vacaciones en función del grado en que nos hemos alejado de problemas y tareas cotidianas. Sin embargo, es fácil que nuestra mente se empeñe en continuar recordándonos lo que nos dejamos sin terminar o anticipando lo que nos espera a la vuelta. Quizás el planteamiento es mejorable. Por un lado, necesitamos espacios de transición para digerir el desgaste, los errores, los logros, los momentos vividos durante el curso. Momentos de encontrarnos con las emociones vividas para poder digerirlas y soltarlas. Para valorar en qué medida, durante el curso que ha acabado, me he visto siendo yo mism@, eligiendo en sintonía con lo que me importa, y reflexionar acerca de dónde quiero poner el foco en mi vida tras las vacaciones. Puesto que nuestro pasado no nos abandona, mirémoslo de frente y aprendamos de él.

Por otro lado, es posible plantearnos el descanso en positivo, como una oportunidad de reconectar con lo verdaderamente importante. Aprovechar el preciado tiempo de las vacaciones para reconectar, por ejemplo, con los seres queridos desde otro lugar más consciente y sereno. Y aprovechar también para reconectar con la naturaleza de la que nuestra vida urbana con frecuencia nos aleja. Pero, ¿cuál podría ser una manera saludable de estar más en sintonía con la naturaleza? Cada vez que nos vemos en un lugar único, paradisíaco o excepcional, nos hemos acostumbrado a compartirlo de inmediato con amigos, conocidos o seguidores. En cierta medida, este impulso que hemos adquirido desde que las redes sociales se han instalado en nuestras vidas nos lleva a olvidar la capacidad de experimentar la naturaleza desde la soledad, de manera íntima, con los cinco sentidos. 

En realidad, no necesitamos capturar ni compartir el momento. Basta con sentirlo. Ejercitar el privilegio de elegir dónde poner la atención en lugar de permitir que un algoritmo decida por nosotros. Basta con experimentar cómo la ola se levanta y cae, cómo el mar conquista la orilla y se retira, cómo el viento hace temblar las hojas de los árboles, cómo el sol va transformando a lo largo del día los colores de la montaña o del océano hasta descender en el horizonte y desaparecer. Sentir cómo el momento único está ocurriendo ahora, para después experimentar su fugacidad mientras está desapareciendo para siempre. Experimentar el flujo continuo de la vida momento a momento a través de la naturaleza. No hay mucho más, aunque a veces tengamos la ilusión de que, a través del relato, la fotografía, el vídeo o la pintura los convertimos en permanentes. La belleza y la emoción de la impermanencia están especialmente disponibles cuando nos alejamos un poco de nuestros entornos urbanos y nos internamos en el medio natural.

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